martes, 27 de septiembre de 2011

El sueño de una ciudad habitable

Cuando el otro día me levanté de la cama, aún no había amanecido. Con un tremendo sopor, me incorporé y me senté al borde. Como estas veces que te levantas por la mañana con una sensación de felicidad, tenía la impresión de que había dormido muy bien porque había tenido un buen sueño.

Intenté recordar ese sueño que me brindaba, minutos después de acabar, la posibilidad de la felicidad justo al iniciar el nuevo día.