Resulta triste
comprobar cómo gran parte de los males que nos aquejan tienen su origen en un
comportamiento individual y colectivo sinceramente estúpido.
En una ocasión leí
un ensayo muy interesante sobre el triunfo de la sociedad de consumo en el
siglo XX, que defendía una tesis que, vista a toro pasado, resulta
premonitoria. La idea conductora de ese texto venía a decir lo siguiente: la
aceptación generalizada de la sociedad de consumo estriba en que ésta resulta
francamente irresistible, una vez que se desarrolla en toda su plenitud. Y lo
increíblemente cierto es que esta idea es acertada, bien sea porque se está
disfrutando esa sociedad de consumo, o bien porque se tienen expectativas de
disfrutarla.