Unos proponen recortes con el único objetivo de desmontar el Estado. El Estado es el órgano regulador supremo, dado que es el encargado de limitar la actividad privada, fundamentalmente el movimiento de capitales sin ningún control, que es base de la actividad especulativa.
No es una casualidad que esta actividad especulativa sea la más lucrativa que existe. La tendencia del capital, por tanto, será siempre a ser especulativo. El problema fundamental es que la especulación siempre conduce al empeoramiento de la situación económica de la mayoría, porque eleva los precios artificialmente. Por eso la sociedad, a través del Estado, debe lidiar en este conflicto preservando el interés público por encima de cualquier otro.
Esto, al capital, no le gusta y por eso tiende a defender la desregulación: el Estado, y la sociedad en general, son su principal enemigo.
Otros proponen que el Estado intervenga mediante la regulación de la actividad financiera, la reforma impositiva para gravar las rentas del capital con mayor ahínco y así impulsar el papel del Estado como agente inversor y dinamizador. De esta manera se pondría a trabajar la máquina productiva para, finalmente, activar el consumo y consecuentemente el crecimiento, aspecto este fundamental para la creación de empleo.
Me confieso perplejo ante esta encrucijada, porque no veo salida por ninguno de los dos caminos. El primero nos condena a la dictadura de los mercados y a la inanición social y política, es volver a la ley de la selva, es retroceder siglo y medio. La segunda es la vía más directa hacia la catástrofe porque esa huída hacia adelante hace caso omiso de la realidad física de nuestro planeta: no se puede crecer indefinidamente en un planeta que es finito.
Es cierto que las propuestas alternativas del llamado "decrecimiento" no son lo suficientemente concretas para captar y seducir a una mayoría de población, pero no cabe duda que hay que seguir trabajando en este sentido. Sabemos el camino, pero no conocemos qué hay en el siguiente paso hacia la reforma del sistema económico y social con bases ecológicas.
Desde hace algunas décadas, la fundamentación teórica de estas tendencias se reúnen bajo la disciplina de la ecología política y la economía ecológica. Existen propuestas económicas concretas tremendamente atractivas, que podrían aplicarse a gran escala, bajo la denominación de "democracia económica". Estamos, amigos, frente a una encrucijada, en la que existe una tercera vía que, a mi entender, es la única posible. Llamémosla como nos plazca: decrecimiento, democracia económica, ecología política, acrecimiento. En definitiva se trata de diseñar un sistema económico como si la gente importara. ¿Por qué nadie habla de ello en los medios de difusión de masas?.
Totalmente de acuerdo contigo, es necesario algo de cordura en la gestión del planeta. En cuanto al modelo del decrecimiento, escuché a Carlos Taibó hace unos años decir que decrecer no era probable ni necesario, sino inevitable... nuestra única elección es cómo queremos que sea ese momento.
ResponderEliminarTe dejo un video magistral que seguramente conozcas sobre un modelo económico alternativo del bien común:
http://vimeo.com/31051246
Un saludo.
Ya conocía la propuesta de la economía del bien común. Me parece muy interesante, no tanto porque aporte nada nuevo, que creo que no lo hace, sino por la manera de estructurar los conceptos que propone.
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